Nos hacemos eco del artículo publicado por Santiago Cordero, el pasado lunes en Diario de Jerez.
Esta planta, conocida como la Rosa de Jericó, tiene mucha magia y leyenda a su alrededor. Una planta que resucita y sobrevive durante años a las inclemencias del desierto de Arabia, del Sahara y de las inmediaciones del mar Rojo. Lo que hace tan especial a la Rosa de Jericó es su capacidad de adaptación a la falta de agua. Sin agua para desarrollarse, sus ramas se contraen, se secan y forman una especie de ovillo. Al mismo tiempo tienen unas raíces muy finas, de tal forma que el viento del desierto es capaz de arrancarla de la tierra y transportarla de aquí para allá, cientos de kilómetros y durante años. Cuando, llegado el momento, se dan las circunstancias adecuadas, buena tierra y lluvia, entonces ella realiza el proceso inverso, se agarra a la tierra, abre sus ramas y florece, proceso que puede realizar muchas veces.
¿Qué tiene que ver esto con el deporte? En los 80 y 90, Jerez contaba con un club de balonmano. El Club Balonmano Jerez llegó a militar en primera nacional y varias temporadas en la segunda. Tuvo su sección femenina, que también dio bastantes alegrías al deporte jerezano. En su mejor momento, su gran tesoro era contar con una gran cantera. Había escuelas diseminadas por toda la ciudad: La Granja, La Asunción, en los Marianistas, Salesianos, Alfonso X o el SAFA. Escuelas de balonmano de las que se nutrían los infantiles, cadetes, juveniles y finalmente el equipo senior. Todo esto, fue desapareciendo por distintas causas, hasta el punto de que el club desapareció.
Como la Rosa de Jericó, durante décadas el balonmano en Jerez dejó de existir. Quedaban en la memoria de unos pocos, aquellos maravillosos años y el recuerdo de tantas batallitas vividas. Nombres que sostuvieron un club respetado en Andalucía, siempre en la memoria Pepe Quintana, Pablo de la Torre, Máximo Sierra, jugadores que estuvieron muy cerca de alcanzar la élite del balonmano nacional como David Martínez o Alberto Guerrero y tras ellos un largo etcétera. Pero llegaron los años de sequía y desierto, de vez en cuando una quedada de veteranos para jugar una pachanguita y poco más. Pero ese poco más, como la Rosa de Jericó, guardaba con mimo la semilla del Club Balonmano Jerez. Manuel Mejías, tantos años presidente -lo mismo buscaba la financiación, como te pitaba un partido o hacia de utillero- fue la piedra angular sobre la que creció el balonmano en Jerez. Al mismo tiempo, ha sido quien durante estás décadas de ostracismo, de camino por el desierto, se ha encargado de mantener vivo el amor por el balonmano en Jerez, hasta que ha llegado el momento de florecer.
Hace unos meses, en plena pandemia, de la mano de algunos veteranos y savia nueva, el Club Balonmano Jerez ha vuelto a florecer como la Rosa de Jérico. De momento hay un equipo senior masculino, con una plantilla amplia, que ha vuelto a competir. Ahora solo resta que no falte buena tierra , ni agua para regarlo, para que pueda crecer. Ojalá esta resurrección del balonmano jerezano se consolide en el tiempo y sobre todo, que vuelvan esas escuelas o equipos cantera diseminados por todos los barrios de Jerez.